A principios de julio, activistas del grupo de protección del clima "Extinction Rebellion" accedieron en acciones nocturnas a diez campos de golf de España, donde rellenaron los agujeros con cemento o plantas. ¿El trasfondo? Los golfistas estaban "malgastando agua durante una de las peores sequías que ha sufrido Europa", dijo el grupo para justificar su acción.
Dos semanas antes, ocurrió algo parecido en la isla de Sylt, en el Mar del Norte: activistas de la "Última Generación" llevaron a cabo lo que llamaron "renaturalización". Desenterraron el césped, plantaron plantones y esparcieron semillas de flores. Cambiaron las banderas de golf por un cartel verde que decía "reserva natural".
¿Por qué los campos de golf están ahora en la agenda de los activistas climáticos? ¿En qué medida perjudica el golf al medio ambiente y qué están haciendo los operadores y organizaciones de los campos por una mayor sostenibilidad?
Los acontecimientos deportivos multitudinarios, con su impacto mediático, son el lugar ideal para las protestas. Recientemente, una acción en la Diamond League de atletismo de Estocolmo causó revuelo: Tres activistas de un grupo sueco cuyo nombre se traduce como "Restaurar los humedales" bloquearon las calles de la carrera de 400 metros con pancartas y casi fueron atropellados por los atletas. En el pasado reciente, las protestas contra la construcción del estadio olímpico de Tokio o el nuevo estadio de fútbol del SC Friburgo, por ejemplo, alcanzaron gran repercusión mediática.
La novedad es que las acciones se desarrollan cada vez más en instalaciones deportivas vacías, donde no hay decenas de cámaras de televisión siguiendo los acontecimientos, transmitiendo el mensaje en tiempo real a todo el mundo. ¿Qué hay detrás de las protestas mundiales en campos de golf ordinarios?
De 50 a 80 hectáreas de terreno: ese es el espacio que necesita un campo de golf. Suficiente para construir en él tres granjas. A eso hay que añadir espacio para infraestructuras como la restauración y el aparcamiento. El golf, antaño un deporte para la élite, hace tiempo que se ha convertido en un deporte de moda para las masas, y la demanda de campos y, por tanto, de terrenos es correspondientemente mayor. Los ecologistas critican que se están perdiendo importantes hábitats para la flora y la fauna. Hay unos 35.000 campos de golf en todo el mundo. En Gran Bretaña, primer país de golf de Europa, la superficie total supera los 1.250 kilómetros cuadrados, y en Alemania los 480, es decir, el tamaño de la mitad de Berlín.
Para que el césped se mantenga siempre verde y denso y las bolas rueden hacia el hoyo fieles a su trayectoria, también se utilizan pesticidas y fungicidas de forma habitual. Éstos son en su mayoría tóxicos y sus productos de degradación pueden llegar a las aguas subterráneas y contaminarlas. La UE ya ha tomado medidas en este sentido, sobre todo en Alemania, donde los controles son estrictos: leyes estrictas sobre pesticidas, análisis del suelo y controles de las aguas subterráneas. Sin embargo, en otros países no se puede garantizar que dejen de utilizarse pesticidas y fungicidas contaminantes.
La mayor crítica al golf, sin embargo, es su consumo de agua: el sistema de riego de un solo campo de golf puede utilizar hasta 200 millones de litros de agua al año, incluso más en regiones cálidas como Florida o Andalucía, donde hay varios cientos de sistemas. El consumo de agua es, por tanto, enorme y, en tiempos de sequías e incendios forestales, cada vez es más criticado.
Golf y sostenibilidad no tienen por qué ser una contradicción. Los gestores de los campos pueden hacer algunos ajustes. Por ejemplo, ya hay variedades de césped resistentes a la sequía y, en lugar de la valiosa agua del grifo, se puede utilizar para el riego, agua de lluvia almacenada o agua de mar tratada.
Algunos sistemas de exhibición demuestran también que es posible cultivar sin pesticidas, y que incluso aportan ventajas más allá de la sostenibilidad. A medida que los hongos y otros visitantes indeseados se hacen resistentes a los productos químicos, hay que recurrir a herbicidas cada vez más potentes, que al cabo de un tiempo también dañan el propio césped. Es mejor romper la espiral negativa. Sin embargo, el tratamiento manual de las zonas infestadas supone un esfuerzo mucho mayor para los jardineros. La UE ha propuesto una normativa que prohibirá por completo el uso de pesticidas en las llamadas zonas sensibles -incluidos los campos de golf- a partir de 2024. Los operadores se verán obligados a actuar como muy tarde en esa fecha.
Un ejemplo insólito de mayor sostenibilidad en el golf: en el campo tradicional de St. Andrews (Escocia), las ovejas pastan en las calles, con lo que las cortadoras de césped -y el abono- resultan casi superfluos. Los tejados de las instalaciones de ventilación están equipados con colectores solares, y parte de la energía así generada se inyecta en la red eléctrica nacional.
También la "Organización Medioambiental del Golf" una ONG con sede en Gran Bretaña, también trabaja por un golf sostenible y colabora estrechamente con campos de golf internacionales. Su lema es "Un futuro mejor para el golf, las personas y el mundo". La organización quiere ser el motor verde de la industria del golf en todo el mundo y ofrece las mejores prácticas para todos.
Un ejemplo: el Broken Sound Golf Club de Florida solía tirar sus residuos verdes en contenedores de basura. Ahora, se ha instalado una planta de fermentación para convertir el compost en abono. Todos los empleados reciben una amplia formación y están integrados en la visión de sostenibilidad del club. Visión de sostenibilidad del club visión de sostenibilidad.
En Alemania, la asociación de golf también está impulsando varios proyectos de sostenibilidad. Uno de ellos es Golf biodiverso. El trasfondo: En un campo de golf, aproximadamente el 50% de la superficie es suficiente para jugar, el resto puede convertirse en un biotopo. Aquí es exactamente donde entra en juego el proyecto. La idea básica es relativamente sencilla, explica Alexander Klose, miembro de la junta directiva de la Asociación Alemana de Golf, en una entrevista a ISPO.com: "Los campos de golf participantes tienen que poner a disposición dos partes de su superficie. Una hectárea se deja tal cual y la otra la utilizan los científicos para aplicar medidas muy concretas. De este modo se mejorarán las zonas. Después se mide el efecto de las medidas. Puede tratarse, por ejemplo, de determinadas plantas en un sitio o de abejas en otro. Adoptamos un enfoque muy amplio".
El proyecto Biodivers está financiado con 2,7 millones de euros por la Agencia Federal para la Conservación de la Naturaleza. Equipos de investigación de las Universidades de Friburgo, Münster y Kiel, así como de la Universidad Técnica de Múnich, van a conseguir que las 64 plantas participantes sean más ricas en especies. Un campo de golf que ha sido rediseñado para estar cerca de la naturaleza presumiblemente dejará entonces de ser visitado por activistas ecologistas.
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